La buena alimentación es uno de los pilares básicos de la salud y todas las guías de recomendaciones nutricionales de los distintos organismos oficiales van encaminadas a la prevención de enfermedades a través de un correcto aporte de nutrientes y de agua. Pero la realidad es que comer “bien” no es tan sencillo y requiere una buena planificación y en ocasiones fuerza de voluntad para seleccionar unos alimentos u otros.
No comemos tan bien como deberíamos
Prueba de ello es el aumento del número de casos de enfermedades relacionadas con la mala alimentación tales como la obesidad, la hipercolesterolemia, la hipertensión arterial, la diabetes o el estreñimiento. La enfermedad aparece cuando las aportaciones no satisfacen las necesidades del organismo sino que fuerzan un desequilibrio nutricional. Y es que aunque procuremos comer de forma de adecuada, las frutas, verduras, hortalizas, legumbres y demás productos vegetales, en gran parte, deben su calidad nutricional al terreno donde son cultivados y a los ciclos naturales de crecimiento y recolección. El hecho de no respetar estos ciclos, consumir alimentos fuera de su temporada o no dejar descansar la tierra hace que sea insuficiente la cantidad final de micronutrientes de esos alimentos que consumimos como “frescos” y esta carencia puede llevar a la necesidad de suplementar nuestra dieta con complementos nutricionales.
Por ejemplo, el estudio Eurreca, financiado por la UE, detectó un déficit nutricional en población general europea de vitamina C, D y ácido fólico y entre los minerales señaló al calcio, el selenio y el yodo como los más deficitarios.
Pérdidas nutricionales con el cocinado de los alimentos
Otro de los factores que pude justificar la necesidad de complementos son las técnicas culinarias aplicadas a los alimentos. Los macronutrientes (proteínas, grasas e hidratos de carbono) son generalmente estables al cocinado pero el problema viene con los micronutrientes. Las vitaminas y los minerales son sensibles al calor y a la oxidación. Algunos minerales y las vitaminas hidrosolubles (vitamina C y vitaminas del grupo B) se pierden al cocer los alimentos, en función de la técnica aplicada y el tiempo. Por su parte las vitaminas liposolubles (A, D, E y K) sufren pérdidas por oxidación cuando los alimentos que las contienen entran en contacto con el aire. Por eso los complementos alimenticios pueden ayudar a cubrir el aporte de estos micronutrientes que se han perdido.
Complementos, siempre bajo recomendaciones individualizadas.
No necesitan el mismo aporte de nutrientes los niños, los adultos o las personas mayores. Tampoco un persona sedentaria frente a otra que practique deporte o una mujer embarazada frente a otra que no lo está. Es decir, las diferentes situaciones fisiológicas, la edad y los factores personales (alimentación, estrés, tabaquismo, deporte, exposición solar, ambientes con alta polución…) van a determinar las necesidades individuales de nutrientes que en ocasiones están aumentadas lo que complica aún más cubrirlas únicamente a través de la dieta. Es en este otro punto donde los complementos alimenticios pueden también ayudar a cubrir necesidades siempre de forma personalizada.
Conclusión
La primera recomendación debe ser siempre comer más saludable, más variado y equilibrado, aplicando técnicas culinarias que conserven al máximo los micronutrientes y es que los complementos alimenticios no sustituyen a la dieta pero donde no llega la alimentación, los complementos se postulan como una buena opción, adaptados siempre a las necesidades nutricionales individuales y en dosis adecuadas.
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