La microbiota intestinal humana es el ecosistema bacteriano de nuestros intestinos. Se sabe que influye en la capacidad de nuestro cuerpo para extraer energía de los alimentos, sintetiza algunos micronutrientes, ayuda a prevenir infecciones, influye en el tránsito intestinal pero también puede influir en las funciones del cerebro.
Así el proyecto europeo MyNewGut, estudia, entre otros factores, la influencia de la microbiota y su genoma (microbioma) en la función cerebral.
Neurotransmisores, fundamentales para la salud cerebral
Y es que precisamente, cada vez se llevan a cabo más estudios sobre el dominado Eje intestino-cerebro. En el cerebro se calcula que hay una media de 85.000 millones de neuronas y en el intestino unos 500 millones de ellas. La curiosidad es que no todos los neurotransmisores (los “mensajeros” del cerebro) se sintetizan a nivel cerebral; cerca del 95% de la serotonina (la llamada “hormona de la felicidad”) y el 50% de la dopamina (reguladora de las sensaciones de placer y de las adicciones) se producen en el intestino por eso el cuidado de la microbiota es esencial para los estados emocionales.
Por tanto para lograr beneficios en relación a la salud mental y emocional, podemos optar con el consumo regular de alimentos y/o complementos alimenticios que incorporen probióticos (microorganismos vivos) y fibras del tipo prebiótico (que servirán de “comida” para las bacterias que habitan el tubo digestivo).
Pero, ¿antes de “sembrar” la flora con probióticos no habrá que trabajar el terreno?
Bajo esta reflexión se plantea que el cuidado de la microbiota se debe hacer en tres fases:
1.- Cuidado del enterocito: el aminoácido glutamina está considerado una fuente energética primordial para el músculo pero también para las células epiteliales intestinales por lo que ayuda a la regeneración del enterocito. Se considera también precursor del glutation, considerado un potente antioxidante, y del neurotransmisor glutamato.
2.- Cuidado de la mucosa: es decir, las membranas que recubren y protegen el interior del estómago o el intestino. La vitamina A, la niacina y la biotina tienen la alegación de salud aprobada por la EFSA para este cometido, “contribuyen al mantenimiento de las mucosas en condiciones normales”. Pero existen otros nutrientes que también pueden ayudar a disminuir la sequedad de las mucosas como es el caso del Omega 7. E incluso en el campo de la micoterapia, se estudia el hongo melena de león por su efecto protector sobre las mucosas y actividad antibacteriana frente al Helicobacter pylori, bacteria causante de la mayor parte de las gastritis crónicas.
3.- Sembrar bacterias beneficiosas: y ahora sí, una vez que hemos preparado y reparado el terreno (enterocito, mucosas) podemos utilizar complementos simbióticos que combinen Inulina/FOS y diferentes cepas de bifidobacterias, lactobacilos y streptococos para mejorar el equilibrio de la microbiota y revertir una posible disbiosis (desequilibrio microbiano).
En concreto cada una de las cepas de las principales familias bacterianas presenta beneficios específicos. Para el equilibrio emocional, del sistema nervioso y el control del estrés las cepas más estudiadas y que presentan mejores beneficios por el momento, en estudios preliminares, son el B. lomgum y el L. helveticus. Por lo que para trabajar este beneficio concreto parece que la recomendación más acertada puede ser buscar complementos simbióticos que incluyan estas cepas.
En conclusión
Aunque la investigación avanza a una velocidad vertiginosa y cada vez sabemos más sobre la microbiota y las cepas estudias, aún es más extenso el campo desconocido que queda por investigar. Los dietistas-nutricionistas, como profesionales de la salud, seguiremos atentos a todos estos avances.
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