Ir todos los días a la compra o bajar al mercado para elegir los alimentos más frescos y cocinarlos ese mismo día se ha convertido en una utopía para la mayoría de las personas.
Al igual que calcular exactamente los ingredientes de todas las recetas para evitar que sobren. De hecho, incluso es frecuente que cocinemos “de más” para tener tupper disponible para otro día.
Por tanto, la congelación de los alimentos, tanto frescos como cocinados se ha convertido en una buena opción que ahorra tiempo y dinero y evita que tiremos más comida de la que ya termina en nuestros cubos de basura.
¿Todos los alimentos se pueden congelar?
La buena noticia es que hay muchos alimentos que soportan bien la congelación y el resultado nutricional y organoléptico tras su correcta descongelación es más que aceptable. Así la mayoría de las verduras (siempre que no se pretendan consumir en crudo después), los caldos, el pescado, la carne, el marisco, las frutas troceadas (aunque no todas) o los guisos o platos de legumbres una vez cocinados congelan bien.
Otro aspecto fundamental de la congelación es la seguridad alimentaria. Aunque la congelación no destruye bacterias si impide su multiplicación. Además permite alargar la vida útil de los alimentos siempre que sigamos normas básicas de manipulación de alimentos como guardarlos en bolsas o recipientes que eviten el contacto directo con el hielo y rotular lo que entra en el congelador con su fecha ya que no se recomienda que pasen, de media, más de 6 meses allí, aunque dependerá de las características de cada congelador y de cada tipo de alimento.
Pero no todos los alimentos deben ser congelados ya que algunos de ellos pierden sus características organolépticas y a otros no les sienta bien este método de conservación.
Alimentos que no congelan bien
- Las patatas: es sin duda uno de los alimentos que peor responde a la congelación ya que sus hidratos de carbono casi se deshacen cuando son descongeladas quedando una textura y sabor poco agradables por lo que tampoco es recomendable congelar recetas que las incluyan. Por ejemplo, si he cocinado un estofado de ternera con patatas, lo ideal es sacar las patatas antes de congelarlo.
- Las ensaladas: nos referimos a las hojas que tenemos la intención de consumir en crudo tipo lechuga, escarola, canónigos… Su elevado contenido en agua hace que tras la congelación se quedan muy blandas sin ningún tipo de textura crujiente y con falta de sabor.
- Los lácteos: sobre todo aquellos que presentan un elevado contenido en agua como son los yogures, los quesos frescos, la leche o la nata. Estos alimentos pierden toda su consistencia y no resultarán agradables al paladar una vez descongelados. Como caso particular, aunque no ideal, se podría congelar un yogur o incluso leche siempre que estos, después de descongelarse, no se fueran a consumir tal cual sino como parte de una receta, por ejemplo, para hacer bizcocho de yogur.
- Pastas y arroces: una vez cocinados no es la mejor de las ideas. Aunque poder se pueden congelar, el resultado final es la pérdida de textura y sabor del plato que hará que no resulten muy apetecibles al paladar una vez descongelados.
- Los huevos: no se pueden congelar tal cual, es decir, enteros incluyendo la cáscara porque al aumentar de volumen en el congelador explotarían. Pero si que existe una técnica de congelación que consiste en separar las claras de las yemas y congelarlas por separado. Incluso más fácil, batirlos mezclando ambas partes y congelarlos de esta forma. Eso sí se deben consumir lo antes posible y siempre en recetas en las que se alcance una elevada temperatura para evitar riesgos.
- Alimentos ya fritos: está claro que todos hemos tenido en ocasiones productos listos para freír en el congelador (de hecho se venden en la sección de congelados) tipo empanadilla o croquetas pero lo que no resulta apto para la congelación es esos mismos alimentos una vez que ya han pasado por la sartén o la freidora. El aspecto y la textura que adquieren las convierten en alimentos blandos, sin cubertura crujiente y algo desagradables.
La congelación es uno de los métodos de conservación caseros más recomendables para alargar la vida útil de los alimentos y aunque la mayoría de ellos acepta bien este técnica, no podemos olvidar que comer también debe ser un placer. Por eso la pérdida de sabor, textura y consistencia son factores a tener en cuenta antes de que algunos de nuestros alimentos acaben en el congelador.
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